Soñaba tantas cosas en ese entonces, el miedo era palpable, el sudor extenuante y la vida en 8 mm corría de mi lado. Libros estancados y películas por venir, menos la de mi caída. Todo era tan bonito que no percibía el horror oculto tras la amabilidad. Desasosiego en cada esquina.
Corría del miedo pero me encontraba bajo la cama, tiritando por no querer oír sus palabras, me arrastraba al bar y de rodillas me ponía ante el "gesto noble del amor" del cual quería huir para no lastimar mi alma. Comidas calcinadas sobre la mesa y el cielo nublado sobre los barrios de la urbe gris del pavimento sonoro con ritmos olvidados. Corría tras puertas que no conducían a ningún lugar y dormía bajo el techo de las cadenas que se arrastrarían mas adelante, con el simple deseo de que me despertara la pequeña pantalla del celular con el recuerdo frágil de un "te amo" inexistente, repetido infinitas veces hasta colmar la batería de aquel artilugio tecnológico.
Despierto y tomo ese autobús, ese metro, ese sendero entre arboles y rejas verdes, camino junto al fantasma de un edificio ahora demolido y cuando llego a las bancas de aquel parque, tengo miedo de entrar y ver, que nada de todo lo anterior, fue un sueño.
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